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20 años cap2 | Aprendiendo a romper (y arreglar) Linux

20 años cap2 | Aprendiendo a romper (y arreglar) Linux

Los años formativos con Fedora. De experimentador incansable a estudiante pragmático. Cuando ser “el raro” te convierte en el experto.

Después de mi primera experiencia con Ubuntu, pasé un tiempo considerablemente largo familiarizándome con todo el ecosistema GNU/Linux. Los comandos se volvieron segunda naturaleza, los términos técnicos parte de mi vocabulario diario, y la filosofía del software libre algo que llevaba en la sangre. Pero la vida tenía otros planes para mí. Era hora de una etapa universitaria un poco tardía. Empezaría a estudiar Ingeniería de Sistemas en la Universidad César Vallejo de Trujillo mientras mantenía mi trabajo en la avícola. Estudiar y trabajar al mismo tiempo. Una combinación que cambiaría completamente mi relación con la tecnología.

La Dell Inspiron 15: Mi compañera de batalla

En 2011 conseguí mi laptop para la universidad: una Dell Inspiron 15 básica pero confiable. Intel Core i3, 8GB de RAM DDR3, disco sólido de 500GB. Nada espectacular según los estándares actuales, pero para mí era el paraíso tecnológico.

Y sobre ella no tenía otro sistema operativo más que GNU/Linux.

¿Alguna distribución en particular? Pues no, la verdad que estuve haciendo distro hopping nuevamente. Pero recuerdo que particularmente me enganché mucho a Fedora. Aquí hago un pequeño alto para aclarar que Fedora no me ha pagado este espacio, mucho menos estoy involucrado directamente con esta distribución. Lo que sigue es mi experiencia honesta y sin filtros.

¿Por qué Fedora? La revelación del pragmatismo

La respuesta es simple pero reveladora: simplemente tenía muy poco tiempo para andar acomodando cosas. Entre el trabajo de lunes a viernes, las clases de sábado y domingo todo el día, y la responsabilidad de formar una familia (sí, en ese tiempo ya tenía un hijo en camino), cada minuto contaba. No podía darme el lujo de perder horas configurando sistemas, buscando drivers, o solucionando incompatibilidades.

Fedora funcionaba. Y lo hacía bien.

Todo a nivel de drivers funcionaba out-of-the-box. Los programas que necesitaba estaban disponibles y actualizados. No tenía que perder tiempo buscando soluciones en internet para problemas básicos. Era perfecto para mí en ese entonces, ya que me permitía enfocarme en mis verdaderos objetivos: estudiar, trabajar y mantener a mi familia. Esta fue la primera vez que experimenté lo que ahora entiendo como pragmatismo tecnológico. La herramienta debe servir al objetivo, no convertirse en el objetivo mismo.

El setup universitario: KDE vs GNOME Shell

Desktop View Al inicio usé KDE Plasma, atraído por su customización infinita y sus opciones avanzadas. Pero pronto me di cuenta de que consumía demasiados recursos en mi modesta Dell Inspiron. La laptop se volvía lenta, especialmente cuando tenía múltiples aplicaciones abiertas. Así que volví a GNOME, justo cuando había salido GNOME Shell—una revolución en el mundo de los entornos de escritorio Linux.

Primera impresión: era muy limitante.

Venía de KDE Plasma, donde todo es configurable hasta el más mínimo detalle, y GNOME Shell me parecía restrictivo, casi minimalista al extremo. Pero algo curioso pasó: me acostumbré rápidamente. La simplicidad de GNOME Shell eliminaba las distracciones. No perdía tiempo tweakeando la interfaz, buscando el widget perfecto, o configurando atajos que “quizás” usaría después. Simplemente funcionaba, y eso era exactamente lo que necesitaba.

La rutina del estudiante-trabajador

Mi rutina era intensa pero efectiva:

  • Lunes a viernes: Oficina de 8 AM a 6 PM
  • Después de las 8 PM: Trabajos universitarios en casa
  • Sábados y domingos: Clases todo el día

Mi Dell Inspiron era mi herramienta de supervivencia. LibreOffice para todos los documentos y presentaciones, editores de texto como Vim para código, y por supuesto, el navegador para investigación constante. Durante este período, ya empecé a usar muy poco COMPIZ. Es más, fue cuando le perdí el rastro completamente. Los efectos visuales espectaculares que me habían enamorado de Linux ya no eran prioritarios. Funcionalidad sobre forma. Productividad sobre personalización.

El aislamiento de la comunidad

También me desconecté de las comunidades Linux de mi ciudad. Ya no tenía más tiempo para los FLISOL, las reuniones de usuarios, o las charlas técnicas. Es algo que ahora lamento, pero supongo que son etapas en la vida.

Me gustaría volver a formar parte de alguna comunidad.

Pero incluso aislado de la comunidad física, seguía siendo un evangelista de GNU/Linux. Me fascinaba mostrar a mis compañeros universitarios las bondades del sistema y todo lo que podía hacer. Era como tener un superpoder secreto que nadie más entendía.

Nelson Ángeles: Los debates que me formaron

Desktop View Durante ese tiempo conocí a muy buenos amigos, algunos con los que posiblemente tuvimos diferencias técnicas, pero que a las finales siguen siendo amigos. Uno de ellos fue Nelson Ángeles. Nelson tenía amplia experiencia en Microsoft Windows y era con quien más discutía sobre temas tecnológicos. Pero siempre con amabilidad, siempre con respeto. Esas discusiones me ayudaron a afinar mis argumentos y, más importante, a entender las perspectivas del “otro lado.”

Su argumento más fuerte a favor de Windows era innegable: era usado ampliamente en empresas, instituciones y de forma particular, y tenía un catálogo de productos ampliamente utilizados.

Pero hubo un debate específico que me marcó profundamente. Nelson dijo que “Linux solo tenía mercado en servidores.” Él tenía razón en ese momento, pero yo pensaba que poco a poco más personas lo usarían en sus escritorios.

Veinte años después, puedo admitir que Nelson tenía más razón que yo.

A las finales pienso que Linux está bien donde está. Si bien no dominamos el escritorio personal, tenemos un uso amplio y dominante en la nube y servidores. A veces la visión pragmática supera al idealismo tecnológico.

Siendo “el raro” en la universidad

En la Universidad César Vallejo, era el raro. Nadie más que yo usaba Linux.

Muchos de mis compañeros sabían de Linux, pero como algo muy lejano, algo para servidores, algo que “los expertos” usaban. Veía sus caras de curiosidad (y a veces de lástima) cuando sacaba mi Dell Inspiron y aparecía el escritorio de GNOME Shell.

Ninguno de mis profesores se involucró. Se mantuvieron ajenos al uso de Linux.

No hubo apoyo activo, pero tampoco resistencia. Era una indiferencia profesional que, paradójicamente, me daba completa libertad para usar las herramientas que mejor funcionaban para mí.

El curso de Sistemas Operativos: Mi momento de gloria

Cuando llegó el tiempo de llevar el curso de Sistemas Operativos, tocamos el tema de GNU/Linux. Para entonces yo ya era todo un conocedor, así que tenía ventaja sobre el resto de compañeros.

El profesor conocía Linux, creo que estábamos al mismo nivel.

No tuve que enseñar particularmente nada nuevo a mis compañeros o al profesor, pero cada vez que salía a exponer, conectaba mi laptop y por momentos mostraba el escritorio. Era mi forma sutil de demostrar que Linux no era solo teoría—era una herramienta práctica y funcional.

Igualmente destaqué en el curso de redes, y felizmente existían versiones de Packet Tracer de Cisco para Linux. Mientras mis compañeros luchaban con instalaciones en Windows o máquinas virtuales, yo tenía todo funcionando nativamente.

La tesis: Linux como ventaja competitiva

El momento culminante llegó durante mi presentación de tesis. Mientras otros estudiantes dependían de presentaciones estáticas o demostraciones simuladas, yo pude montar mi propio servidor Apache para una solución web en vivo.

Era más que mostrar código—era demostrar que entendía la infraestructura completa, desde el sistema operativo hasta la aplicación web. Esa ventaja técnica que había desarrollado durante años de usar Linux se materializó en una presentación que destacó por su solidez técnica.

Los problemas que no llegaron

Una cosa curiosa de esta época: la verdad que no recuerdo problemas específicos que me tomaran días resolver.

Con Fedora, el hardware de mi Dell funcionaba perfectamente. WiFi, gráficos, audio—todo funcionaba sin intervención manual. Era una experiencia completamente diferente a cuando intentaba instalar Arch u otras distribuciones más “puristas” donde cada componente requería configuración manual.

Cuando tenía dudas o necesitaba aprender algo nuevo, mi recurso principal era simple pero efectivo: Google.

Los foros especializados, la documentación oficial, y la comunidad en línea siempre tenían respuestas. Era la época dorada de la información técnica accesible.

La conversión imposible

¿Logré convertir a algún compañero a Linux? No.

Y esta fue una lección importante en mi evolución como tecnólogo. Puedes tener la mejor herramienta del mundo, puedes demostrar sus ventajas objetivas, puedes ser evangelista apasionado—pero al final, cada persona adopta la tecnología que mejor se adapta a su contexto y necesidades.

Mis compañeros veían que Linux funcionaba para mí, pero ellos tenían otros workflows, otras prioridades, otras presiones. Y estaba bien.

Reflexiones desde el presente

Esta etapa universitaria con Fedora marcó mi transición de experimentador a pragmático. Dejé de cambiar de distribución por curiosidad y empecé a valorar la estabilidad y funcionalidad por encima de la novedad.

Fedora me enseñó que “bleeding edge” no significa “inestable”—podía tener software actualizado sin sacrificar confiabilidad. Era el balance perfecto para alguien que necesitaba productividad pero no quería quedarse atrás tecnológicamente.

También aprendí que ser “el raro” no es necesariamente algo negativo. A veces, usar herramientas diferentes te da perspectivas únicas y ventajas competitivas que otros no tienen. Pero quizás la lección más importante fue entender que las discusiones técnicas son más valiosas cuando hay respeto mutuo.Nelson y yo nunca nos convencimos mutuamente, pero esos debates me hicieron un mejor profesional y una persona más empática.

El final de una era

Al terminar la universidad, ya no era el mismo usuario de Linux que había empezado con Ubuntu 6.06. Era más maduro, más pragmático, menos fanático. Entendía que Linux era una herramienta poderosa, pero también que no era la solución universal para todos y para todo.

Esta perspectiva me serviría mucho en los años siguientes, cuando mi relación con Linux se volvería aún más compleja y matizada.

En el próximo capítulo: “La era del Distro Hopping: Buscando el Santo Grial” - donde mi pragmatismo universitario se transforma en una obsesión por encontrar la distribución perfecta… que, spoiler alert, no existe.

¿Tuviste experiencias similares siendo “el raro” que usa Linux en tu universidad o trabajo? ¿Cómo lidias con las discusiones técnicas cuando hay diferencias de opinión? ¡Comparte tu experiencia en los comentarios!

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